domingo, 10 de noviembre de 2013


Cartagena de Indias,
Bien Nacida y bien nombrada
Por Joce G. Daniels G. 

 “La ciudad se ha vuelto una opereta”
(Poeta José Ramón Mercado)

Cartagena de Indias, “bien nacida y bien nombrada”, como alguna vez escribiera la notable poetisa Meira Delmar, desde sus orígenes, desde antes de que se llenara de embrujos y de leyendas, desde mucho antes de que fuese fundada por el conquistador Pedro de Heredia el 1 de junio de 1533, en territorio que habitaba el valiente cacique Kalamary, era un lugar apetecido de aedos y  poetas, juglares y trovadores.
A lo largo de casi cinco centurias de historia, Cartagena, “la de Indias”,  le ha arrancado a la pluma de bardos y poetas, líridas y aedos, vates y scops, bellísimas poesías que la convierten en una de las ciudades que más elogios y piropos ha recibido de la pluma de fabuladores y creadores.
Quien inicia el arpegio de cantos que exaltan la donosura e hidalguía de la ciudad es don Juan de Castellanos, que en su obra Elegía de Varones Ilustres de Indias, recuerda la fundación de la ciudad, al cantar en una de sus estrofas:
“Cumplidos eran ya los días veinte
del mes nombrado del bifronte Jano
del año que dijimos ser presente
y día del beato Sebastiano,
cuando para trazar pueblo potente
cristiano morador tomó la mano”.
En este sentido esa hornada de plumas fragorosas de pensadores y creadores del país y de otras partes del mundo no se ha detenido. Cartagena, la de Indias, es un bocado suculento, apetitoso y agradable para quienes la toman como protagonista de sus poesías. Le generosidad de la  Heroica, es amplia, se ha mostrado como es y se  ha convertido en Musa, en una especie de fuente Hipocrene, para despertar el ingenio y la inspiración.
Es importante resaltar que la poesía tradicional, con sus sonetos y décimas, odas y acentos, coplas y endechas,  medidas y sinalefas, ictus y rimas, jarchas y epigramas, encabalgamientos y cesuras, hemistiquios y estancias, y toda clase de licencias, cuyos “orfebres sacrificaban el mundo para pulir un verso”, que en nuestros días son consideradas como una piezas de museos, como una poesía anacrónica y sometida al ostracismo por quienes hinchan el pecho y se empavonan para decir que son versolibristas ultramodernos, y rompen con todos los cánones que orientan la creación, es esa poesía tradicional, la que realmente ha cantado el epinicio y grandeza de la  Heroica y son esos poetas, los que andan por ahí, en tabernas y cafés, parques y tertuliaderos, trazando y midiendo el verso los que  miran la historia y la hidalguía de la ciudad, quienes toman a Cartagena de Indias, “bien nacida y bien nombrada”, como protagonista de sus creaciones.
En tiempos de los Juegos Florales de Cartagena, que se celebraron en la ciudad a lo largo de casi dos siglos y medio, y que premiaban el ingenio de bardos y oradores, ensayistas y narradores, la ciudad fue el centro de la literatura nacional. No hubo poeta que no pergeñara un verso a la ciudad. Cada poeta que llegaba al corralito de piedras, sentía el llamado que desde las profundidades de la historia y de la leyenda le hacían las Musas que protegen la blasonada urbe.
El poeta sucreño Adolfo Martá, en su Romance a Cartagena de Indias, exalta su hidalguía, pero también pergeña la historia y las leyendas que fluyen por sus calles:
Ciudad de colores verdes,
 ciudad de los panoramas:
hay un incendio de bronce
que recogen tus campanas
y que enflorecen tus días
con sensaciones de alba,
hay un olor en tus calles
llenas de hazañas fantásticas.
Quizás es Meira Delmar, la poetisa que en su Romance a Cartagena, realiza el más alto homenaje a ciudad alguna. Meira a lo largo de las octavillas de su romance nos lleva por las calles de la urbe, para hacernos cantar con el alma sus versos:
¡Ay Cartagena de Indias,
bien nacida y bien nombrada!
¡He de tejer un romance
para tu sien levantada!
La poetisa Josefina Tono de Covo,  en su soneto  Loa a Cartagena, canta sus maravillas y la ubica en la cumbre, muy cerca de las estrellas, a la que el mar cada día con sus oleajes corteja y donde brilla más el sol.
Cartagena soberana, eres bella entre las bellas!
cortejada por el mar en oleaje arrullador,
en el cielo te palpitan con más lumbre las estrellas,
y tu sol muestra imperioso su más vívido esplendor!
El poeta Eduardo Lemaitre, que se cansó de cantarle a la ciudad, pergeñó versos bellísimos, tales como los que se desprenden del soneto A Cartagena:
Si tus cielos azules son tan puros
y el mar que más rumora es el Caribe;
si el alma se recoge y no concibe
epopeya más grande que tus muros;
El poeta Luis Carlos López, que no solo se burló de sus habitantes, de sus gobernantes y curas, de su rancia aristocracia, a la que fustigó porque nunca la han querido y la han tratado como a sus zapatos viejos, que por lo general siempre van a la basura, tuvo el gran acierto de compararla con aquel mítico lugar griego a donde descansaban los dioses y los aedas, escondidos entre las rocas, observando los saltos alegres de las cabras y la espléndida desnudez de las Musas, para inspirarse. El poeta dijo:
¡Oh, lírico mentor inadvertido
para esos Profesores del cocido!...
¡Sursum sorda!... ¡Que aquí nada es atroz!
¡Que aquí- la nueva Arcadia del Caribe-
nadie pinta y esculpe y nadie escribe!
¡Pero se come arroz, carne, y arroz!
Entre los muchos Romances, Manuel Benito Revollo en su poema Cartagena, revive episodios históricos que muestran la valentía y el heroísmo de sus habitantes cuando blandieron la bandera libertaria, y proclamaron la Independencia de España.
En Gimaní se ha prendido
lumbre de nueva alborada:
Ahí viene Pedro Romero
con su gente hasta la plaza
-“Señores: ¡Cabildo Abierto
y que muera el Rey de España!”
En medio de todo es tráfago poético, en que la ciudad, según el vate José Ramón Mercado es
“una jaula triste sin recuerdos”
da la impresión de que las nuevas corrientes de poetas, inmersos en los “ismos”, no tienen interés en cantar los prodigios de la naturaleza y muchos menos el mundo que los circuye, están viviendo entre las imágenes y lo etéreo, hablando una jeringonza y un lenguaje indescifrable al que es difícil, para muchas personas versadas penetrar. Lo incorpóreo cobra vida entre algunos nuevos poetas que creen que el juego de palabras luminosas, a las que llaman equívocamente metáforas, no son sino frases vacías, frágiles, ligeras, frívolas y débiles sin ninguna fuerza significativa que, cuando se abren las páginas de los libros para leerlas, el más suave céfiro las arranca como suaves mariposas y las riega en la vera del camino. Y a pesar de todo, con muy pocas excepciones, ninguno de ellos, le ha soltado una metáfora a las calles, a sus etnias o a sus tradiciones.
Aunque el arte y especialmente la poesía de nuestros días se sumerge cada día más en un mundo indescifrable como si tuviese un blindaje impenetrable, si existen dentro del marco de la crítica y la semiótica, elementos que permiten su análisis. Pero la poesía que construyen nuestros poetas, a más de ser una serie de frases a veces incoherentes e inconexas, no revisten un análisis serio en que pueda decirse, tal o cual metáfora se refiere a la ciudad.
Sin embargo, debido a que el arte goza de un ingrediente de subjetivismos, para muchos cantores de nuestros días que se sientan en los parques y participan en recitales y talleres, hay buenos poetas que le cantan a la ciudad.
Para muchos investigadores, ese olvido sospechoso de los poetas de no cantar las glorias de la ciudad, de no mencionar en sus versos la “tierra del mosquito, la pulga y el jején/ donde se como arroz, carne y arroz”, se debe a que no tienen el sexto ojo que les permita mirar que es lo que se esconde detrás de las paredes de mampostería y tampoco interpretan las señales de los tiempos.
 De todas maneras, Cartagena, la de Indias, sigue siendo la fuente Castalia, la Arcadia del Caribe, a donde acuden sedientos desde todos los rincones de la Patria, narradores y poetas, ensayistas e investigadores, dramaturgos y folcloristas, bailadores y cineastas, en fin toda clase de “locos” y de artistas que quieren saciarse y calmar su sed en las aguas mágicas de sus cacimbas prodigiosas, así no le tributen un solo verso de la magia de su estro.

Cartagena de Indias, mayo de 2007. 

1 comentario:

PattyB dijo...

Dicen que el Soneto a Cartagena es de Daniel Lemaitre y en otra de sus páginas dicen que es de Eduardo Lemaitre. En otras páginas que me lo he encontrado dice que es de Eduardo, ¿de quién de los dos es?