Cartagena de Indias,
“Bien
Nacida y bien nombrada”
Por Joce G. Daniels G.
“La ciudad se ha vuelto una
opereta”
(Poeta José Ramón Mercado)
Cartagena de Indias, “bien nacida y bien nombrada”, como alguna vez
escribiera la notable poetisa Meira Delmar, desde sus orígenes, desde antes de
que se llenara de embrujos y de leyendas, desde mucho antes de que fuese
fundada por el conquistador Pedro de Heredia el 1 de junio de 1533, en
territorio que habitaba el valiente cacique Kalamary, era un lugar apetecido de
aedos y poetas, juglares y trovadores.
A lo largo de casi cinco centurias de historia, Cartagena, “la de
Indias”, le ha arrancado a la pluma de
bardos y poetas, líridas y aedos, vates y scops, bellísimas poesías que la
convierten en una de las ciudades que más elogios y piropos ha recibido de la
pluma de fabuladores y creadores.
Quien inicia el arpegio de cantos que exaltan la donosura e hidalguía
de la ciudad es don Juan de Castellanos, que en su obra Elegía de Varones
Ilustres de Indias, recuerda la fundación de la ciudad, al cantar en una de sus
estrofas:
“Cumplidos eran ya
los días veinte
del mes nombrado
del bifronte Jano
del año que
dijimos ser presente
y día del beato
Sebastiano,
cuando para trazar
pueblo potente
cristiano morador
tomó la mano”.
En este sentido esa hornada de plumas
fragorosas de pensadores y creadores del país y de otras partes del mundo no se
ha detenido. Cartagena, la de Indias, es un bocado suculento, apetitoso y
agradable para quienes la toman como protagonista de sus poesías. Le
generosidad de la Heroica , es amplia, se ha
mostrado como es y se ha convertido en
Musa, en una especie de fuente Hipocrene, para despertar el ingenio y la
inspiración.
Es importante resaltar que la poesía
tradicional, con sus sonetos y décimas, odas y acentos, coplas y endechas, medidas y sinalefas, ictus y rimas, jarchas y
epigramas, encabalgamientos y cesuras, hemistiquios y estancias, y toda clase
de licencias, cuyos “orfebres sacrificaban el mundo para pulir un verso”, que
en nuestros días son consideradas como una piezas de museos, como una poesía
anacrónica y sometida al ostracismo por quienes hinchan el pecho y se empavonan
para decir que son versolibristas ultramodernos, y rompen con todos los cánones
que orientan la creación, es esa poesía tradicional, la que realmente ha
cantado el epinicio y grandeza de la
Heroica y son esos poetas, los que andan por ahí, en tabernas y cafés,
parques y tertuliaderos, trazando y midiendo el verso los que miran la historia y la hidalguía de la
ciudad, quienes toman a Cartagena de Indias, “bien nacida y bien nombrada”,
como protagonista de sus creaciones.
En
tiempos de los Juegos Florales de Cartagena, que se celebraron en la ciudad a
lo largo de casi dos siglos y medio, y que premiaban el ingenio de bardos y
oradores, ensayistas y narradores, la ciudad fue el centro de la literatura
nacional. No hubo poeta que no pergeñara un verso a la ciudad. Cada poeta que
llegaba al corralito de piedras, sentía el llamado que desde las profundidades
de la historia y de la leyenda le hacían las Musas que protegen la blasonada
urbe.
El
poeta sucreño Adolfo Martá, en su Romance a Cartagena de Indias, exalta su
hidalguía, pero también pergeña la historia y las leyendas que fluyen por sus
calles:
Ciudad
de colores verdes,
ciudad de los panoramas:
hay
un incendio de bronce
que
recogen tus campanas
y
que enflorecen tus días
con
sensaciones de alba,
hay
un olor en tus calles
llenas de hazañas fantásticas.
Quizás es Meira Delmar, la
poetisa que en su Romance a Cartagena, realiza el más alto homenaje a ciudad
alguna. Meira a lo largo de las octavillas de su romance nos lleva por las
calles de la urbe, para hacernos cantar con el alma sus versos:
¡Ay Cartagena de Indias,
bien nacida y bien nombrada!
¡He de tejer un romance
para tu sien levantada!
La
poetisa Josefina Tono de Covo, en su
soneto Loa a Cartagena, canta sus
maravillas y la ubica en la cumbre, muy cerca de las estrellas, a la que el mar
cada día con sus oleajes corteja y donde brilla más el sol.
Cartagena soberana, eres bella entre las bellas!
cortejada por el mar en oleaje arrullador,
en el cielo te palpitan con más lumbre las estrellas,
y tu sol muestra imperioso
su más vívido esplendor!
El
poeta Eduardo Lemaitre, que se cansó de cantarle a la ciudad, pergeñó versos
bellísimos, tales como los que se desprenden del soneto A Cartagena:
Si tus cielos
azules son tan puros
y el mar que más
rumora es el Caribe;
si el alma se
recoge y no concibe
epopeya más grande que tus muros;
El poeta Luis Carlos López,
que no solo se burló de sus habitantes, de sus gobernantes y curas, de su
rancia aristocracia, a la que fustigó porque nunca la han querido y la han
tratado como a sus zapatos viejos, que por lo general siempre van a la basura,
tuvo el gran acierto de compararla con aquel mítico lugar griego a donde
descansaban los dioses y los aedas, escondidos entre las rocas, observando los
saltos alegres de las cabras y la espléndida desnudez de las Musas, para
inspirarse. El poeta dijo:
¡Oh, lírico mentor inadvertido
para esos Profesores del cocido!...
¡Sursum sorda!... ¡Que aquí
nada es atroz!
¡Que aquí- la nueva Arcadia del Caribe-
nadie pinta y esculpe y nadie escribe!
¡Pero se come arroz, carne,
y arroz!
Entre los muchos Romances,
Manuel Benito Revollo en su poema Cartagena, revive episodios históricos que
muestran la valentía y el heroísmo de sus habitantes cuando blandieron la
bandera libertaria, y proclamaron la Independencia de España.
En
Gimaní se ha prendido
lumbre
de nueva alborada:
Ahí
viene Pedro Romero
con
su gente hasta la plaza
-“Señores:
¡Cabildo Abierto
y que muera el Rey de España!”
En medio de todo es tráfago
poético, en que la ciudad, según el vate José Ramón Mercado es
“una jaula triste sin
recuerdos”
da la impresión de que las
nuevas corrientes de poetas, inmersos en los “ismos”, no tienen interés en
cantar los prodigios de la naturaleza y muchos menos el mundo que los circuye,
están viviendo entre las imágenes y lo etéreo, hablando una jeringonza y un
lenguaje indescifrable al que es difícil, para muchas personas versadas
penetrar. Lo incorpóreo cobra vida entre algunos nuevos poetas que creen que el
juego de palabras luminosas, a las que llaman equívocamente metáforas, no son
sino frases vacías, frágiles, ligeras, frívolas y débiles sin ninguna fuerza
significativa que, cuando se abren las páginas de los libros para leerlas, el
más suave céfiro las arranca como suaves mariposas y las riega en la vera del
camino. Y a pesar de todo, con muy pocas excepciones, ninguno de ellos, le ha
soltado una metáfora a las calles, a sus etnias o a sus tradiciones.
Aunque el arte y
especialmente la poesía de nuestros días se sumerge cada día más en un mundo
indescifrable como si tuviese un blindaje impenetrable, si existen dentro del
marco de la crítica y la semiótica, elementos que permiten su análisis. Pero la
poesía que construyen nuestros poetas, a más de ser una serie de frases a veces
incoherentes e inconexas, no revisten un análisis serio en que pueda decirse,
tal o cual metáfora se refiere a la ciudad.
Sin embargo, debido a que
el arte goza de un ingrediente de subjetivismos, para muchos cantores de
nuestros días que se sientan en los parques y participan en recitales y
talleres, hay buenos poetas que le cantan a la ciudad.
Para muchos investigadores,
ese olvido sospechoso de los poetas de no cantar las glorias de la ciudad, de
no mencionar en sus versos la “tierra del mosquito, la pulga y el jején/ donde
se como arroz, carne y arroz”, se debe a que no tienen el sexto ojo que les
permita mirar que es lo que se esconde detrás de las paredes de mampostería y
tampoco interpretan las señales de los tiempos.
De todas maneras, Cartagena, la de Indias,
sigue siendo la fuente Castalia, la
Arcadia del Caribe, a donde acuden sedientos desde todos los
rincones de la Patria ,
narradores y poetas, ensayistas e investigadores, dramaturgos y folcloristas,
bailadores y cineastas, en fin toda clase de “locos” y de artistas que quieren
saciarse y calmar su sed en las aguas mágicas de sus cacimbas prodigiosas, así
no le tributen un solo verso de la magia de su estro.
Cartagena de Indias, mayo
de 2007.
1 comentario:
Dicen que el Soneto a Cartagena es de Daniel Lemaitre y en otra de sus páginas dicen que es de Eduardo Lemaitre. En otras páginas que me lo he encontrado dice que es de Eduardo, ¿de quién de los dos es?
Publicar un comentario