Régulo Ahumada Surbarán:
“Soy un vicioso y eterno escritor
de Teatro”
Por Joce G. Daniels G.
Un grupo de intelectuales[1],
escritores, periodistas, críticos, poetas, dramaturgos, empresarios de libros,
observadores y personas interesadas en el desarrollo del arte y la cultura se
reunieron en la oficina de Extensión Cultural de Bolívar, previamente invitados
por la notable escritora Judith Porto de González, para analizar la
problemática en que se debate el teatro nacional y en especial el teatro en
Cartagena.
Entre los asistentes se encontraban
la poetisa Meira Delmar, el presidente de la Academia Colombiana
de la Lengua ,
Dr. Horacio Gómez Aristizábal, el periodista de El Espectador, don Antonio J.
Olier, el dramaturgo Régulo Ahumada Surbarán, el joven poeta Gustavo Tatis, la
periodista Carlotica de Olier, el escritor cubano Alberto Dow, el escritor
antioqueño Alberto Morales Marín, el ilustre director de El Diario del Caribe,
don Alfonso Fuenmayor, el director de Escolombia, doctor Guillermo Ricaurte
Fayad y naturalmente doña Judith Porto de González y un reducido grupo de
creadores y gestores culturales previamente invitados, que en la mañana del día
sábado 24 de septiembre habían asistido con el ánimo de escuchar planteamientos
y propuestas que se harían acerca de un interrogatorio previamente concebido y
que sería discutido por los asistentes.
Se organizaba de esta manera el
Primer Foro de Escritores de Teatro de
la ciudad de Cartagena y al que daba la impresión que muchos dramaturgos y
trabajadores de las artes escénicas le estaban haciendo el vacío.
Uno de los primeros temas que se
analizó, discutió y debatió fue la
influencia, negativa o positiva, del Teatro en el desarrollo nacional. Para
muchos, el Teatro Nacional, no ha tenido una influencia notoria en la cultura
del país. Históricamente este cayó en desgracia desde la segunda mitad del siglo pasado[2],
cuando las corrientes novelísticas de los franceses ingresaban al país y
arramblaban con todo lo que a su paso encontraban. El teatro comenzó a
parecerse más a Francia que a Colombia y lo propio hicieron los escritores que,
no solo se tiraron a las corrientes foráneas, sino que imitaron y copiaron sus
modos de vida.
Para muchos de los asistentes, es la
poesía y la narrativa la que de una u otra manera, descorren el velo y comienzan
a influir en la cultura nacional, siendo además estimulada por empresarios y
editoriales, relegando de manera infame al Teatro, que entre otras cosas ni ha
creado escuela y tampoco una corriente que construya nuevos elementos en el
género de las tablas.
Otros consideraron que uno de los
muchos problemas del Teatro, es la falta o poca concientización profesional del
artista y la carencia de Escuelas e Instituciones Superiores de Teatro o
Centros especializados y para Ministerio de Educación Nacional, en el Plan
Nacional de Educación, esta palabra no tiene cabida.
Muchos de los artistas del tablado,
sino la mayoría, son empíricos, se han hecho actores viéndose entre sí. De allí
que cada día vemos que surgen grupos de teatro, pero que tienen una existencia
efímera porque desaparecen a la mañana siguiente. El teatro como una actividad
propia de la creación, en el país ha sido el menos favorecido y a eso se suma
que muchas de las personas que dirigen organismos gubernamentales encargados de
incentivar dicha actividad, son cuotas burocráticas a las que no les interesa
nada de la actividad cultural, todo lo contrario las odian. Además, el complejo
de pobreza con nuestra propia identidad, nos ha llevado a valorar lo foráneo,
montando obras de escritores ajenos a nuestra propia idiosincrasia, a nuestra
propia forma de ser, a nuestra autenticidad, perdiéndose de paso el sentido de
pertenencia.
Vemos como en las principales ciudades del
país, abundan archipiélagos de grupos incoherentes, heterogéneos, formados en la
mañana, pegados con saliva y por intereses, muchas veces politiquero.
Una segunda inquietud se relacionaba con los factores determinantes
de carencia de un mercado de lectores como situación crítica que impide la
divulgación, que no sea por los medios escénicos. Se analizó, discutió y se
escucharon planteamientos aterrizados sobre el tema, y se llegó a una
conclusión inquisidora: no hay mercado de libros de teatro porque las casas
editoras no publican lo que saben que no van a vender.
El representante de Plaza y Janés,
que asistió también al foro, por medio de una exposición escueta y aprendida de
memoria, dijo que “es imposible publicar
obras de teatro cuando se sabe que se oxidarán en las vitrinas de las librerías
y en últimas quedarán para alimento y crítica de ratones y cucarachas”.
Los asistentes realizaron u parangón
entre las obras de teatro foráneas y las locales y se concluyó que el teatro
nacional no es comercial, pues aún se encuentra en pañales y no ha superado el
drama y el melodrama.
Como tercera inquietud se analizó el
pasivo y casi nulo papel de COLCULTURA y de la Corporación Nacional
de Teatro en esa expresión literaria.
Después de una mesurado análisis, se
denunciaron los atropellos que cometen las instituciones oficiales contra los escritores
y fabuladores nacionales, se analizó el papel de la estatal COLCULTURA que se
ha convertido en una cueva exclusivista, en un cenáculo privilegiado de amigos,
especialmente andinos, que se publican sus obras y manejan el presupuesto de la Cultura Nacional a su antojo,
editando lo que ellos quieren, mas no lo que es imprescindible para la
formación.
Se llegó a la conclusión de que es necesario exponerle los puntos de
vista a la nueva directora del organismo para que conozca el tratamiento que se
le da a la provincia. Que no exista una élite entre los escogidos y no se
aplique a muchos escritores que no son del prurito cachaco el estrangulamiento y al discriminación.
Además, que los concursos departamentales no se manejen desde Bogotá, para
evitar los escándalos como el de Cúcuta[3].
Que en materia de Cultura el
gobierno, cuando el gobierno asigne becas estas sean para creadores o gestores
culturales, que no han publicado y no para aquellos personajes que pertenecen a
la oxidada rosca del aparato burocrático
gubernamental que desde hace rato viene manejando la Cultura. Acerca de la Corporación Nacional
de Teatro se consideró que actualmente no es conveniente para los departamentos
debido al centralismo. Se concluyó que cada organización maneje y dirija su
orientación de acuerdo con las necesidades locales y regionales. Acerca de la
subvaloración que hacen las editoriales de las obras de escritores nacionales
frente a las obras foráneas, se consideró que es necesario que dichas
editoriales estimulen el teatro nacional. Muchas veces se da prelación a lo
foráneo frente a lo nacional, como sucedió hace pocos días cuando una editorial
de prestigio nacional, que alardea de identidad y autenticidad colombiana, con
bombas y platillos anunció la presentación de una Antología de Fabulistas,
entre los que estaban los más famosos del mundo y olímpicamente no incluyó a
Rafael Pombo.
A lo anterior se suma la excesiva publicación
de comic, no solo en revistas, sino
en las franjas de horario A de los
tres canales de Televisión nacional y de novelones extranjeros en detrimento
del arte nacional. Ha hecho carrera entre las editoriales que por regla general
el producto literario colombiano es malo y que de ese estigma, muy pocos se
salva.
Se denunció que actualmente, debido
a la poca atención de las editoriales para publicar obras de teatro de
escritores locales, éstos lo hacen con dineros propios, muchas corriendo el
riesgo de perder su inversión, por cuanto, publicado el libro no tienen ni idea
de su comercialización. A lo anterior se suma los altos costos para editar un
libro en nuestro medio.
Al final en medio de esa barahúnda
de escritores que pugnan por salir del anonimato y del atolladero, cada uno
expresó sus sentimientos. Se acordó que las conclusiones de la reunión serían
editadas posteriormente, y esperamos que así sea, para bien de los escritores y
para bien de las personas, que como el maestro Régulo Ahumada Surbarán, a quien
le tocó moderar el foro conjuntamente con Alberto Dow, la vida le ha deparado
tantos y tantos sinsabores y tantas felicidades, que no se siente defraudado de
estar escribiendo constantemente y de hacer un esfuerzo por publicar porque él
así, a mucha gente no le parezca bien, es “un
vicioso y eterno escritor de teatro”.
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