MÓDULO V
Imágenes – Epítetos®
Joce G. Daniels G.
“Solo la palabra escrita
perdura
nuestros sueños y nuestras quimeras”
La Imagen
Así como las matemáticas y la filosofía especula con
nociones abstractas o conceptos, lo propio del arte y por tanto de la
literatura es poner en juego imágenes creadas por la fantasía.
La imagen es tema, además de los estudios literarios
de la psicología. En Retórica se define la imagen como: la representación viva y eficaz de una intuición o una visión poética
por medio del lenguaje. En Psicología, la palabra imagen significa reproducción mental, recuerdo de una vivencia
pasada, sensorial o perceptiva, pero no forzosamente visual. Rafael Lapesa
define la imagen como: toda representación
sensible. Y para el mismo autor la imagen poética es la expresión verbal
dotada de poder representativo, esto es, la que presta forma sensible a ideas
abstractas o relaciona, combinándolos, elementos formales de diversos seres,
objetos o fenómenos perceptibles. Rubén Darío:
¡La muerte! Yo la he visto. No es demacrada y mustia
Ni ase corva guadaña, ni tiene faz de angustia.
Es semejante a Diana, casta y virgen como ella;
En su rostro hay la gracia de la núbil doncella
Y lleva una guirnalda de rosas siderales;
En su siniestra tiene verdes palmas triunfales,
Y en su diestra una copa de agua de olvido;
A sus pies, como un
perro, yace un amor dormido”
En otras épocas las distintas variedades de imágenes
poéticas eran consideradas por la Retórica como otras tantas figuras o tropos.
Cabe anotar, que para algunos tratadistas los términos imagen, metáfora, símbolo y mito,
representan la convergencia de dos rectas, ambas importantes para la teoría de
la poesía.
Las investigaciones precursoras de Francis Galton en
1880 perseguían la finalidad de averiguar hasta qué punto puede la raza humana reproducir
visualmente el pasado, y se pudo comprobar que dicha reproducción difiere mucho
de su capacidad de visualización.
Las imágenes no son solamente visuales o
representativas. También hay imágenes referentes al gusto, al olfato, calor y a
la presión. También hay imágenes cromáticas
o simbólicas. Las imágenes pueden ser estáticas y cinéticas o dinámicas.
Por otro lado, podríamos decir, que es muy
importante para la literatura la Imaginación Estética, que ejerce su actividad,
representando las imágenes de los objetos tales como se han percibido anteriormente,
y entonces se denomina imaginación reproductora.
Y concibiendo formas distintas para presentarlas bajo un nuevo aspecto y
entonces se denomina imaginación
creadora. Por lo general esta creación se limita a combinar
percepciones y conocimientos anteriores.
El Epíteto
Uno de los rasgos más distintivos del lenguaje
literario es el aprovechamiento de la adjetivación con fines artísticos,
utilizando sus extraordinarias posibilidades descriptivas y caracterizadoras.
Cuando el adjetivo va unido al sustantivo recibe el nombre de Epíteto y sirve para destacar
aquellas cualidades que interesan al escritor en un momento dado.
La fuerza del estilo depende en gran parte de la
forma de emplear el adjetivo: si es exacto, gráfico o sugerente, vigoriza el
lenguaje. Por el contrario, si no posee tales cualidades, produce impresión de
vacuidad diletante. Ejemplos
“Aquiles, el de los pies ligeros”
“Se oían los tañidos tristes de las
campanas”
“El paciente Job”
El Epíteto es un adjetivo (del latin adjectus – adjicio: yo añado) que se junta al sustantivo, no para
distinguirlo de los demás de su género, sino para llamar la atención hacia
alguna cualidad que siempre o de ordinario le acompaña.
En literatura son considerados como recursos artísticos
o figuras literarias y van junto al nombre para caracterizarlo de manera
especial.
En la frase el héroe
de Ayacucho, además de que se emplea
con mayor elegancia en lugar de Sucre, al mismo tiempo, refleja dos figuras: la antonomasia y la perífrasis.
El buen empleo del epíteto es una cualidad de los
buenos escritores, pero su abuso constituye una de las peores plagas
literarias. De allí que su manejo debe darse con sumo cuidado. Por ejemplo es
inadecuado decir: lucha encarnizada, mujer de formas
esculturales, atractivo irresistible, o también legítimo orgullo.
También ha de saberse colocar el adjetivo, pues de
ella depende su valor en mayor o menor significado. Por ejemplo:
·
Estudiante bueno (sin vicios),
ben estudiante (aprovechado).
·
Cumplido caballero (cabal), caballero
cumplido (cumplidor).
·
Pobre señor (de escaso méritos), señor pobre (escaso de
fortuna).
El epíteto sirve unas veces para limitar la extensión
del sentido. Por ejemplo cuando decimos: Los caminantes viejos se fatigan en las cuestas empinadas. Aquí excluimos a los caminantes de menos edad, e
igualmente las pendientes suaves. En este sentido la adjetivación es necesaria.
O en los siguientes casos:
“llegaba a mi el sofocado y continuo rumor de las fuentes”
¡la vieja sonrió agajasadora”[1]
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