María, la mujer
maravilla del siglo XXI
Melisa Useche Miranda
Emprendedora como
típica antioqueña,
más rola que la arepa paisa e incansable luchadora
Colombiana.
Al son de “Yo tengo un amigo que me ama” y los canturreos y chillidos de
más de cien niños del barrio Olaya, María expresaba su más profundo apego con
los infantes que invadían su pequeño aposento: Semillas de Amor. Una casa entre
escombros y reliquias, en donde se cocinaba diariamente el futuro del país. Una
cacerola de arroz para un centenar de hormiguitas que labran el mañana. Una
morada en la que se intenta subsanar heridas del corazón y brindar un bocado de
pan a una cantidad de niños que viven entre la exabrupta violencia y la escases
casi que absoluta.
María, con su cuerpo un poco robusto y su vestimenta algo desliñada,
caminaba sin cesar de un lado a otro cuidando de que los pequeñines no
estuvieran causando problemas. Sí, es que la vida de ésta mujer era un
constante vaivén. Desde que conoció a Sorleidys y a sus hermanos, su existencia
tomo un rumbo de 360 grados.
La pronta visita a su suegra fue el momento exacto para que sus días
cambiaran por completo. Esa tarde gris, fue testigo del llamado que se le hacía
a María: el propósito de transformarse en la luz de esperanza de esos pequeñines.
María siempre ha sido una dama amable y afable con todos, pero era algo apática
con los niños, debido al mayor cuidado y atención que requieren éstos. Sin
embargo, ese atardecer convirtió sus disgustos en la devoción más grande.
Eran las seis de la tarde y ya era hora de irse, la noche llegaba y
mientras más pasaba el tiempo el camino hacia la salida del barrio se tornaba
bastante peligroso. Tan pronto María emprendió su caminata, sin querer se
encontró con tres pequeñas rocas en su andar: Sorleidys, Sandra y El Chirri.
Ellos eran tres muchachitos que fueron abandonados por sus padres y estaban de
paso donde una de sus tías, pero como ‘los muertos apestan al tercer día’ ya
era hora que buscaran un nuevo lugar donde vivir o en su defecto un trabajo
para aportar algo de comer, pues, ‘no había pan para tanta gente’.
Los comentarios sobre los niños NN en el barrio eran tantos, pero a pesar
de la algarabía, esto era considerablemente normal en Olaya. Entre el alboroto,
María había escuchado la execrable historia de los NN y sabía que la conexión
entre ellos era inmensa. La mujer maravilla tomó a estos tres niños como suyos
y luego emprendió la búsqueda de uno y mil relatos como los de Sorleidys. Y
finalmente se llegó al eminente resultado de hoy: Semillas de Amor.
Con su acento que evocaba el perfume de la Feria de las flores y el viento
de la Sabana Bogotana, María hablaba de su fundación con una total
satisfacción. Era estremecedor escuchar las tantas historias que venían
incluidas con cada niño. No era sólo recibir un infante para darle un plato de
comida, era abrir su maleta y encontrar toda una vida algo devastada. Niños que
con escasos cuatro años habían vivido más que Jiroemon Kimura.
Violaciones,
delincuencia, sexo desmedido y robos eran unas de las tantas calamidades que
venían incluidas como el perfil del porvenir del mañana y aún peor las
consecuencias que causarían en cada uno de los chiquillos. Pero el diario vivir
de todos y cada uno de los niños no era impedimento para María, sus problemas
eran el trampolín para seguir luchando por el bienestar de ellos.
Una mirada cansada que
pide a gritos un descanso, mostraba el trote que vivía María constantemente.
Más allá del enorgullecimiento de su magnífica labor, esos fanales apagados eran resultado de sus
extraordinarios esfuerzos. Su fundación era una entidad sin ánimo de lucro y
por lo tanto ella debía costear los gastos con su propio capital. En teoría, el
Estado y quien desee, puede colaborar con la causa; pero como la mayoría de los
patrimonios en Colombia, quedan en manos de unos pocos, era responsabilidad de
María y solo de María cumplir con la labor.
¿Cómo alguien sería
capaz de embargar a su propio compañero de toda la vida? Pues solo María conocía
esa respuesta, confiscar a su marido en su sano juicio era la única manera de
recibir un dinero extra, y su esposo finalmente acepto. Quizá era dormir con el
enemigo o acariciar a la heroína que tenía por mujer.
Desde que salía el alba
hasta que llegaba el ocaso, esta enérgica dama buscaba a como diera lugar para
darle un trozo de comida a cada uno de los niños que asistían a su fundación,
para ella lo imposible terminaría siendo posible con tal de lograr su objetivo;
pero hay días en que hace falta un
tacita de esperanza y vitalidad.
¿Energía? ¿Cuál
energía? ¿Qué creen, que los superhéroes no se cansan? A María se le notaba a
toda costa que ella no podía sola con esa faena; ella se sacaba el pan de su
boca para brindarlo y dividirlo en 137 pequeñines, así como una discípula de
Jesús que no permite que ninguno de los habitantes de su pueblo llegue a
padecer el hambre.
Jesús, su más fiel
acompañante; era la única luz de esperanza. Más devota que María, la mismísima
virgen, de allí su nomenclatura. Ella pedía diariamente por la prosperidad de
su fundación pues la cantidad de niños aumentaba como la espuma pero los
alimentos disminuían cada vez más. Y como estaba la situación un milagro era lo
único que la podía ayudar.
Pero todo no es color
de hormiga, a pesar de las circunstancias, ejemplares como Juan eran los
motivos que mantenían a la mujer maravilla en pie. Era uno de sus primeros ahijados,
que a pesar de la pobreza y la escasez económica que invadía a la mayoría de
las familias en Olaya como una plaga en la piel, Juan desde pequeño supo cuál
era su puerta de salida: la educación. Así como a Sorleidys, María ayudo a
Juanito con alimentación y algo de alfabetización, y hoy día es todo un abogado
que con el paso de los años sigue agradeciendo el amparo que le brindo y le
sigue brindando María.
Por su cabeza
deambulaban tantas orugas que querían convertirse en grandes mariposas, quería
hacer tantas cosas en Semillas de Amor pero faltaba el agua, la tierra, la luz
y todos los elementos que se necesitan para que dé maravillosos frutos. Entre
sus fantasías que no eran tan alejadas de la realidad, deseaba construir una
escuela donde se incentivara a los jóvenes al estudio de las artes y de la
pesca, y entre otras cosas a la rehabilitación de aquellos que encontraron en
la droga una salida a sus aprietos y luchas. Sin embargo, seguían siendo sueños
y nada más. Es que con tan solo recorrer unos cuantos metros en el barrio
Olaya, nuestros ojos se convierten en un mar de lágrimas. Es deprimente admirar
la pobreza y la miseria en que viven estas personas, y aún más cuando se sabe
que los dineros destinados a las ayudas terminan en otros fines aislados
rotundamente de la caridad del socorrer.
Escombros y piedras por
todos lados, un hogar hecho con trozos de madera, amor en las paredes, tres
pacas de arroz y cien sonrisas para compartir, eran los acólitos de María todas
las mañanas. Pero María no estaba sola trabajando en ésto, además de ella,
Yoriluz era una de las ayudantes de la fundación que brindaba todo su ser para
bregar por el bocado de comida de los niños. Sin embargo, la diferencia entre
María y Yoriluz era que la última si recibía una comisión por su labor, era
joven y por más que deseara colaborar, habían problemas que comenzaban desde
ella y solo le pertenecían a ella, por lo tanto, la mujer maravilla además del
dinero que debía conseguir para los alimentos y los servicios públicos, debía
agregarle el pago mensual a su ayudante.
Humildemente con una
sonrisa en su rostro, María les contaba a todos la historia de su magnífica
vida. Cambió una oficina por una casa de madera, unas hojas y lápices por
bolsas de arroz; pero a pesar de todo, su día a día había mejorado. Más allá de
fines lucrativos, la remuneración más grande en la vida es ayudar a quien
necesita. El saber que tu existencia tenía un propósito es realmente
enaltecedor.
Mientras tanto, la
mujer maravilla seguirá sobrevolando los cielos de Cartagena con tal de ayudar
a todo el que necesite de su ayuda, y a pesar de que los superhéroes también se
cansen, María tarde o temprano conseguirá a un superman que finalmente la saqué
de la odisea y pueda combatir al villano pobreza que azota a su ciudad.
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